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domingo, 30 de noviembre de 2014

El día en el que recuerdas que traes un poquito de babita en la comisura de la boca.



The Desperate Things You Made Me Do - The Magnetic Fields

Coincidencias de vidas de otras vidas se insertan en nuestra sangre como virus. Enfermamos de ternura, enfermamos de una sensación que nos viene de días que no recordamos. Los encuentros parecen ser regalos que se desatan solos. Todo vuelto ruido, fuegos artificiales, artificiales. El día en que recuerdas que traes un poco de babita en la comisura de la boca aparecen los Sven, las Amarillas, los Pink Tomates. Y todo se vuelve un poco mierda. Todo vuelto un poco de diesel en los labios, un poco de manzana con sangre. Qué bravo es salir con los ojos chispeantes de aventura y empequeñecerse en el camino. Pero nunca tan dócil, nunca tan fugaz, nunca tan sonrisa de clips. Podría haber dicho que moriría si la agonía le palpitase en las manos. Pero no. No. La vida es una consecución de hechos qué asumir, qué conducir, la desgracia es lo más normal, la muerte no santifica nada. Moriría hoy sin motivo, barullo ni grandes lamentaciones.

Me quejo de bocas y palabras que suenan a canción de moda. Y la realidad es que mi boca canta canciones que no me creo. Y entonces, solo entonces, cualquier mentira se vuelve necesaria. Aparecen los seresespejos que vienen a desollarte desde la médula todas las mentiras, todo el ego malparido. Las lecciones como maestros duros, infames y todo aquello vulgar y ruin me golpea contra paredes de honestidad pura. Soy la ojera de un ojo que miente. La última lección me viene a los pies como espuma de mar. Mojarse o mantenerse seco. Salvarse en el fuego artificial, la luz de fluorescente, en los besitos ocultos o despellejarse el caparazón de esperanzas.



La muerte, Plutón, el desapego y todos los astros no deciden nada. Pero horóscopos de café, de granos en la espalda, de pijas pequeñas y coños amplios me cuentan que la cosa está brava, que ardió, que murió, que la ceniza está picándome en los ojos. Cuando el fin asoma no hay nada que detenga la noche del adiosadiós,suerte.

Créeme que las palabras se me atoran, que los días no son tan estúpidos como hoy, que pretendo vivir y muero. Por favor cree que vivo, que vivo! Por favor, no, no, no estoy agonizando, no. Estoy viviendo, mira mira mis honores, mira estos tres cuatro, cinco papeles que avalan lo genial que soy! Por favor, olvida no, no olvides porque vivo de hacer creer que soy alguien honesto. Vivo de creerme alguien bueno al menos unos segundos. Me dan ganas de ser nube de ser algodón de azúcar, espera, no, me dan ganas de ser una gran máquina de hacer pájaros para lanzar-te millones de mensajes secretos.

La tristeza me viene de beberme tu nombre cuando te beso. Tus babas huelen un poco a ventana, a alientos tristes, a axilas con lágrimas. Hueles vómito y soledad de centro comercial. Yo me quedo en las lluvias de diciembre a recordar las veces que te dije sí con las rodillas. Reviviré los árboles que nunca vimos, los nuncadías de te ves hermosa, me gustan tus ojos y flores que nuncasiempre quise. Marciana como soy un poco rota, un poco seca me desmorono en las mañanas del sol que no compartimos. Por eso Adiósadiós, suerte.


(Gracias por prestarme tu lenguaje Rafael. Trip trip trip.) 

sábado, 20 de septiembre de 2014

Mi corazón como bajo una sotana

En la iglesia me dijeron que no leyera poesía. Me resistí a cualquier dios y a cualquier refugio. Soy abrazándome las dudas. La seguridad es una grieta en la que nunca me fijé. Quedó moverse entre nebulosas, entre heridas constantes y risas sin suturas. Es en vano pedirle sangre a lo cotidiano, nada está lo suficientemente vivo para quedarse. Los días y los calendarios se vuelven fotografías, flashbacks que gritan desde el olvido. Es apacible la condena del olvido, es apacible la ilusión de todopuedevolverseacrear. Pero nada viejo puede hacerse de nuevo, nada resiste el doble. Todo lo viejo, lo perecedero se va y deja espacio para lo realmente nuevo, deja posibilidad a la transformación que trae la muerte.

Ninguna luz vino nunca a caer sobre mis hombros y despertarme de esta sucesión de ocasos. Y he guardado mis silencios para el último juicio: he aquí una fe en la vida que no soporto. La pulpa de mis manos hierve al cubrirme de las estrellas de dios. ¿Qué aceptar o negociar? ¿Hasta cuándo la vida volverá a tocar la puerta de mi espíritu? ¿Cuándo será la última noche que se me escuche venir? Mis días no recuerdan la memoria de mi historia. Las dudas me aceleran hacia la memoria inaccesible y me recorro entre mis huesos y mi carne y no me hallo. No me hallo. Pero La Revelación es cíclica, única y siempre llega: "sabes de los pasos, de los besos, de los asesinos y de los maestros. Sabes de las pestañas y de los ojos, sabes de los cuerpos, de las desgracias, del delirio y de la ternura".

Un par de ojos con la misma furia que me recorre son la única fe que me retiene en vida. Un amor duende que se escurre entre mi locura y la memoria que tengo del mundo. Es el maestro brujo de todas mis historias. Mi corazón como bajo una sotana trepa a su sombra, corre de puntillas hacia sus tinieblas, se sumerge en los puntitos suspensivos que deja su risa... mi lengua solo puede celebrarlo incompletamente. Me aturde su silueta de fuego, me asfixia esta fe, este espectáculo de su poderosa biología. No soporto esta fe que me conmueve, esos ojos que se abren como jueces. No soporto los años de sus lecciones silenciosas.

Su rostro nunca descansa, su rostro resbala en espirales de música y en los brazos finos del otoño. ¿Quién habrá disfrutado de los colores de su cuerpo? Temo a los días venideros que me separarán de lo no dicho. Solo sé que lleva en su mente algunos minutos con mi nombre. No hay esperanza solo hay espera. Incendiaremos los astros en el cielo cuando volvamos a ser carne, cuando nos hallemos un único animal rabioso que se haga a sí mismo. Me doy al breve calor de la espera, respiro la agonía del fin y me dejo llevar por la leve fe en la vida que reposa en sus ojos. Soy presa dichosa de los cruces de caminos, de las rutas silenciosas, de sus ojos de sangre. Soy habitante de su ausencia.




"Un, dos, tres, va"