Mateo era mi sueño que se rompía en frente de mis ojos. Yo quiero tu vida, le dije. Le dije que quería tener su éxito, esa perfección social a la que había llegado. El me respondió: "yo quiero tu vida y la oportunidad de volver a elegir". El regresó a mí, me dio un beso en el cuello, me dijo si podía hacerlo mientras me besaba. Yo no supe a qué se refería. El empezó a disfrutar de su cuerpo y de aquella capacidad profunda que nos vuelve menos humanos o que nos conecta con alguna deidad superior. Se apartó de mí y yo lo vi maravilloso, hermoso y mítico. Sentí que observaba la creación infértil de un dios. Me pedía que le besara el rostro y yo sin decir nada, lo hice.
Todavía me recorre el deseo de hurgar en alguna realidad paralela en dónde las cosas hubieran ocurrido de manera diferente. En el fondo y con culpa, quisiera que esté todavía y me llevara a Bruselas. No sé si vuelva al mundo que él me hizo conocer. Yo progre, el realizado clase A. Le dije "no se puede crear felicidad a partir de lágrimas". Todavía me siento culpable porque eso fue realidad pura aunque nunca pretendiera quedarme con algo. Pero Mateo... Mateo de mi piel entera. Aún me da escalofríos cuando lo recuerdo.
Pareja en el Père Lathuille - Manet