Llueve. Lima tres a eme. Colores, mujeres, hombres voluptuosos. Deambulo en escenas de una especie de Satyricon postmoderno. En caos. Las lucecitas de la ciudad me abalean el cuerpo, me hacen levitar en la vaguedad de este instante casi onírico.
Pienso Felliniasesinómicerebro.
Todos los finales se apoderan de mi cuerpo, palpitan agrietando a la musa de mi vanidad. El mensaje de mi sangre es claro, es funesto, es luz y rojo. El lenguaje se cuela en mis pupilas, todo es una visión que hace resplandecer mis temblores más íntimos. Y en medio de esta lluvia de espantos y placeres agradezco por estos miedos que golpean mi rostro cada vez que siento convertirme en una enfermedad.
Esta condena es innata.
Afortunada o triste.
Yo sé que cuando otros brazos rodeen tu cuerpo te arañarán el alma sonrisas que vas a ocultar de la gente. Una ebullición delatora buscará tus mejillas. Mirarás alrededor y sentirás cómo se expanden los recuerdos de mis días en ti. Ese yo más interno que te condena a pertenecer a esta especie blasfema te hará padecer de contradicciones. Y, justo después del evidente titubeo de tus pasos, te preguntarás a dónde se fue esa fortaleza que movió tu sombra lejos de la mía. Entonces, regresaré a insuflar tus días de deseo y de hastío porque conmigo está la diosa Novedad. Y volveré, como un cáncer victorioso.
Desearás secretamente esa noche insulsa en la que nuestras palabras eran solo retazos de lo que decían nuestros cuerpos. Recordarás cuando le inyectamos a la noche nuestros sabores, la música nueva que hice con mi cuerpo para tus oídos, las pequeñas muertes inconclusas. Seré un recuerdo que vague entre tus mejillas y tus vellos, como un súcubo.
Yo lo sé, mis palabras han de ser ciertas, porque seres como yo han cargado con la maldición de dejar rezagos como una viruela amatoria.
Porque veo el futuro en mis vómitos.
Porque veo el futuro en mis espasmos de alcohol como una muerte súbita de la que siempre regreso. Yo soy una sobreviviente besos y navajas, de tantas caricias y disparos, de tantas muertes súbitas que me dicen cuando he de parar. Y escribir líneas como éstas entre pesadumbre y revancha.
Yo lo sé, porque llevo la condena de la predicción en mi médula.
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